Pensarte me rebana el alma.
La soledad es como un ratón
que roe piel adentro.
Una lágrima ansía anidar
en la huella que dejó la ausencia,
dando paso al vendaval
que debiera traerte de nuevo.
Al partir sin yo saberlo
fue como dejar un sobre sin remite
sobre mi mesa de noche,
para de este modo habitarme en el dolor,
para así, someter mi instinto a los dictados
de tu macabro y venenoso vaivén
Paseo entre los escombros de mi corazón,
y tan sólo hallo la ceniza
de una falsa inmortalidad
que ardió bajo los auspicios del alba
Desencuentro a los que he sido en ti
y me tiembla la palabra por sumisa
¡Maldita seas!
Tu perfume, aún vivo,
sazona los pasillos
que conducen al silencio,
al olvido,
a la paranoia
tu perfume aún late en otros cuerpos,
en otros regazos prestados a la necesidad,
a mi necesidad.
el deseo de tu saliva lubrica aún mi dolor,
mi sueño es ahora una flor viciada,
sin color,
sin futuro,
sin savia.
Quisiera arrancar la náusea de mi entraña.
Quisiera acogerme al derecho a huída.
Quisiera gritar ¡Basta!
y que cesara de pronto
esta sed que resquebraja mi alma,
este superávit de desesperanza.
Quisiera gritar ¡Basta!
y que cicatrizara,
como por arte de magia,
esta herida de bala en el pecho
que es echarte en falta
La soledad es como un ratón
que roe piel adentro.
Una lágrima ansía anidar
en la huella que dejó la ausencia,
dando paso al vendaval
que debiera traerte de nuevo.
Al partir sin yo saberlo
fue como dejar un sobre sin remite
sobre mi mesa de noche,
para de este modo habitarme en el dolor,
para así, someter mi instinto a los dictados
de tu macabro y venenoso vaivén
Paseo entre los escombros de mi corazón,
y tan sólo hallo la ceniza
de una falsa inmortalidad
que ardió bajo los auspicios del alba
Desencuentro a los que he sido en ti
y me tiembla la palabra por sumisa
¡Maldita seas!
Tu perfume, aún vivo,
sazona los pasillos
que conducen al silencio,
al olvido,
a la paranoia
tu perfume aún late en otros cuerpos,
en otros regazos prestados a la necesidad,
a mi necesidad.
el deseo de tu saliva lubrica aún mi dolor,
mi sueño es ahora una flor viciada,
sin color,
sin futuro,
sin savia.
Quisiera arrancar la náusea de mi entraña.
Quisiera acogerme al derecho a huída.
Quisiera gritar ¡Basta!
y que cesara de pronto
esta sed que resquebraja mi alma,
este superávit de desesperanza.
Quisiera gritar ¡Basta!
y que cicatrizara,
como por arte de magia,
esta herida de bala en el pecho
que es echarte en falta
... y leerte desgarra.
ResponderEliminarHermoso y triste canto a la ausencia.
Un abrazo.
Gracias Paloma por tu comentario. Siento una admiración sincera por tu talento y por tu sensibilidad. Lo que escribes es francamente conmovedor e inspirador.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo