Nada perdí, porque nada tuve,
nunca nada me perteneció
Volví para quedarme, por eso me marché,
Como se marcha la niñez sin presentirlo
Caminar aquellas calles,
rondar esas esquinas
pobladas por bocas predispuestas…
fue eso, y no el tiempo,
lo que forjó mi vasta voz errante
Los mitos se viciaron
Los héroes ya no vencen a los monstruos
en mis pensamientos de niño mudo
Las casas están rotas,
las muñecas de trapo ahora son de cartón
La revolución de los ratones fracasó
Yo no elegí ser furtivo
Yo no elegí la miseria de los versos
Fue la palabra la que eligió mi boca
nunca nada me perteneció
Volví para quedarme, por eso me marché,
Como se marcha la niñez sin presentirlo
Caminar aquellas calles,
rondar esas esquinas
pobladas por bocas predispuestas…
fue eso, y no el tiempo,
lo que forjó mi vasta voz errante
Los mitos se viciaron
Los héroes ya no vencen a los monstruos
en mis pensamientos de niño mudo
Las casas están rotas,
las muñecas de trapo ahora son de cartón
La revolución de los ratones fracasó
Yo no elegí ser furtivo
Yo no elegí la miseria de los versos
Fue la palabra la que eligió mi boca
para verterse sobre el aire
Es por la palabra
que busco mundos
en horizontes aguerridos
Es por la palabra
que busco la belleza
en lechos llenos de distancia
Es por la palabra
que busco ser la sombra
que alivia en días de silencio
¡Yo fui aquél! ¡Yo fui aquél! – le grito en ocasiones al espejo,
como si ya no existiera sobre los hombros el peso de las nubes,
como si no hubiera muerto la estrella
que ya sólo es destello
Es por la palabra
que busco mundos
en horizontes aguerridos
Es por la palabra
que busco la belleza
en lechos llenos de distancia
Es por la palabra
que busco ser la sombra
que alivia en días de silencio
¡Yo fui aquél! ¡Yo fui aquél! – le grito en ocasiones al espejo,
como si ya no existiera sobre los hombros el peso de las nubes,
como si no hubiera muerto la estrella
que ya sólo es destello
de confines no alcanzados.
Por la palabra misma
siento la fatiga de la espera
Por la palabra misma
ya no quedan trenes que viajen hasta el gris
Siento el miedo entreabriendo sus pestañas
Me aterra dormirme y no volver a despertar
Me aterra el fin de este insomnio de luz.
Por la palabra misma
siento la fatiga de la espera
Por la palabra misma
ya no quedan trenes que viajen hasta el gris
Siento el miedo entreabriendo sus pestañas
Me aterra dormirme y no volver a despertar
Me aterra el fin de este insomnio de luz.
Muy buen poema, dichoso a pesar del dolor que produce el parto de la palabra.
ResponderEliminarSaludos Daniel
Gracias Federico por comentar. Sí, el parto es doloroso, casi todos lo son, pero luego llega la satisfacción de lo creado, que no es sino la vida puesta en palabras, la vida puesta en el verso.
ResponderEliminarUn abrazo